El sexo después de los hijos no es como me lo contaron
Ahhh como no recordar esas mañanas pacíficas, donde despertabas tarde y había todo el tiempo del mundo para quedarse en la cama. O despertarse de una forma traviesa con tu pareja, tomar una ducha laaaaarga y volverse a acostar.
Recuerdas esas tardes en donde podías seducirlo en cualquier parte de la casa y no importaba quién los viera, cerraban las cortinas y ya está. O si eres de esas expresivas, gritar y gemir sin miedo a que alguien los escuchara y llegaran preguntando «Qué están haciendo?»
Que divertidos tiempos…
Los extrañamos….Y MUCHO!
Tener intimidad con tu pareja después de tener hijos, es una aventura medio complicada (dije medio?) y es que toda diversión se reduce a tiempos limitados, rapiditos, noches sin energía, dolores de cabeza (literal), acción entre llantos de los hijos durante la noche, esquivar obstáculos (ósea juguetes) por todas partes de la casa y mucho más.
Si no por nada se dice que «los hijos son los mejores anticonceptivos»
Pues bueno, ahí estábamos nosotros con la hormona alborotada un domingo por la tarde.
Un poco cansados por que como de costumbre, los hijos no paran…
Mi marido había subido a descansar un poco y cuando fui por algo al cuarto, de pura broma se me ocurrió advertirle que descansara lo suficiente porque en la noche quería «chaca chaca».
La verdad es que a pesar de que intentamos de que la intimidad no se limite a nuestro cuarto, la realidad es que es casi imposible hacer travesuras en otras zonas de la casa, no? mis hijos se escabullen por todas partes! y de buenas que el pequeño aún duerme en su cuna porque con 3 roedores por la casa, terminaría por enloquecer.
Super matapasión, cero ropa sexy, ni un pre que te prepare para la acción. Todo es muy rápido, casi como un sueño, de esos que no sabes si estás dormida o despierta.
Pero en ese momento las cosas estaban a nuestro favor; los hijos perdidos con la televisión, uno que otro cansado y bueno…una cosa lleva a la otra y….MAAAAAMIIII qué hacen? justo cuando pensabas que la acción iba a comenzar…uno de tus hijos entra al cuarto con toda la intensión de quedarse.
Su cara pícara hasta parecía que sabía lo que planeábamos hacer, de risa de verdad. Y ahí se queda, queriendo platicar lo que en toda la mañana no quiso. Las miradas de complicidad entre tu pareja y tu, las ganas que te recorren el cuerpo por comértelo y dentro de tu cabeza sólo cabe el pensamiento de «VETE DE AQUÍ»
Tu risa nerviosa y los sudores frios, de buenas que apenas iban a comenzar. Que no se les ocurra subirte la falda porque vas «comando» y bueno, de ahí se disparan los llamados por ti.
Bajas y te haces cargo de todas las peticiones. Preparas snacks, bebidas, un programa o película que dure lo suficiente, le subes al volumen y le das la tablet al que no quiera ver la tele. Mientras haces todo eso, sólo estás pensando en tu próximo movimiento.
Escuchas campanas, ves fuegos artificiales y todo se siente como si te estuvieran ovacionando. Te tomas un minuto y te paras antes de que alguna criatura suba. Volteas, ves a tu pareja tendida en la cama, lo observas y sólo piensas que dentro de lo que cabe, son muy afortunados de poder tener momentos así y que a pesar de los contratiempos y de los años juntos, todavía tienen la chispa.
Que a pesar de que el cuerpo no es lo mismo, ni la intimidad es tan frecuente, que la ropa sexy que te habías comprado para la luna de miel igual y ya no te queda, que la cama rechina y no es por toda la acción que han tenido sino, por los niños que siempre saltan en ella, que la música que ahora está de fondo no es precisamente la más romántica y que tal vez se hayan lastimado con algún lego olvidado por ahí…
Siguen estando juntos y se escogen diariamente.
M.