Confieso, yo he sido una mamá que juzga.
Siempre he dicho que la maternidad saca las inseguridades de todas. Es nuestra etapa más vulnerable, estamos a la defensiva y muchas veces nos encontramos dudando si lo que hicimos está bien o si debimos hacer más/menos.
Queda claro que nadie nace sabiendo maternar y TODAS lo hacemos diferente. Pero qué pasa cuando nuestro demonio escondido y egocéntrico aparece e inconscientemente pensamos que nosotras lo podemos hacer mejor.
No hay persona en esta vida que no haya juzgado al menos una vez CRÉEME.
Tú y yo hemos juzgado y nos han juzgado, de eso nadie se libra.
¿Pero por qué juzgamos?
Porque no conocemos bien a la persona o porque no creemos en lo que esa persona cree, por nuestras inseguridades, porque nos sentimos amenazados o simplemente porque se nos da la gana.
Es algo muy incómodo la verdad. Pero es una debilidad del ser humano.
Ahora, lo interesante es cuando lo hacemos ya siendo madres.
Nosotras madres juzgamos por todo. Juzgamos a la madre que decidió evitarse el trabajo de parto y tuvo cesárea. Juzgamos a la madre que no lacta y siempre la vemos dando el biberón. Juzgamos a la madre que usa miles de pañales y que no está cuidando al medio ambiente. Juzgamos a la madre que se va a trabajar y deja a sus hijos al cuidado de alguien más. Juzgamos a la mamá que sobreprotege a sus hijos. Juzgamos a la mamá que deja a sus hijos libres en el parque. Juzgamos a la mamá que no juega con sus hijos. Juzgamos a la mamá que es autoritaria o a la mamá que es permisiva. Juzgamos a la mamá que no le importa si sus hijos están todos sucios y descuidados. Juzgamos a la mamá que es comunista. Juzgamos a la mamá que lleva a sus hijos a restaurantes de comida rápida. Juzgamos a la mamá que le da a sus hijos muchos dulces. Juzgamos a la mamá que no socializa con nadie. Juzgamos a la mamá cuyos hijos siguen despiertos a altas horas de la noche. Juzgamos a la mamá que le da refrescos a sus hijos. Juzgamos a la mamá que deja que sus hijos vean la tv o dispositivos sin límite de tiempo. Juzgamos.
¡Vaya que podemos ser bullies a veces! Y es que no es necesario decir las cosas con palabras, muchas veces con la mirada es más que suficiente.
Ser madre es un trabajo muy difícil y lo que debemos de hacer es apoyarnos entre todas.
Y metámoslo en nuestra cabeza tanto que se haga un tatuaje interno en donde pensemos que “Tal vez no esté de acuerdo contigo en tus decisiones y tu tampoco con las mías, pero vamos a respetarnos y aceptar que estamos haciendo lo mejor que podemos”
Así que a la próxima que veas a una mamá con su hijo llorando en un lugar público, en vez de pensar en por qué su hijo chiflado no se calla, ofrécele tu ayuda. NO sabes el impacto positivo que eso pueda causar.
M.